Viajes

Son las dos de la tarde y espero la llegada del bus que nos transportará a Lunahuaná, no voy a esa ciudad desde el 2007. ¿Cuánto habrá cambiado? me pregunto. Ya en el camino, pienso en su comida, tengo algo de hambre, el olor del pisco me invade al cerrar los ojos y recordar las visitas que hiciera hace algunos años a sus bodegas. Sigo imaginando sus calles, a su gente que me recibiera muy amablemente en aquella oportunidad, nuevamente me pregunto, ¿está vez me recibirán igual?

El hotel Rumi Wasi será nuestro refugio los siguientes dos días. Estamos aquí, porque Lunahuaná obtuvo el sello internacional Safe Travels como destino turístico seguro. Es una ciudad que vive del turismo, por ello, tanto la empresa privada como el gobierno local se pusieron a trabajar de la mano para conseguir éste sello y que la gente se sienta segura al visitarla.

Al oír el nombre de Lunahuaná se nos viene a la mente un destino de aventura, una especie de lugar favorito para destilar adrenalina pura, también ese nombre nos evoca el olor a una rica gastronomía a base camarones y por qué no, el deleite de sus vinos y piscos de uvina que han ganado prestigio en diversos festivales nacionales e internacionales. Ese mismo nombre deriva del vocablo quechua “runa” que significa hombre y “Wanaq”  que refiere a la acción de escarmentar, así, el significado de esa palabra es “El que escarmienta a los hombres”. Quizá le pusieron ese nombre porque según la historia, en éste valle habitaban los Guarco, hombres guerreros y difíciles de conquistar por el imperio incaico.

Estando en ésta ciudad lo primero antes de ir a las catas de vino y pisco es visitar la ciudadela de Incahuasi, que se encuentra a sólo cinco kilómetros de Lunahuaná. Ésta urbe fue construido por Tupac Yupanqui a semejanza del Cusco, para que sea el centro de operaciones del ejecito Inca y así conquistar las tierras del pacífico. Según los cronistas fueron cuatro años de lucha constante hasta que los Incas lograron dominar por número al curacazgo Guarco. Mi imaginación es generosa por lo que al recorrer estos recintos, veo lo monumental de sus calles y habitaciones en pleno apogeo Inca.

El día avanza, tenemos mucho más por recorrer o mejor dicho mucho más que probar. Visitando algunas bodegas la boca se nos hace agua, aunque se dice que al catar un vino o pisco intervienen todos nuestros sentido, no sólo el del gusto. Hablando de gusto nuestro apetito no espera y gracias al chef del hotel La Confianza pudimos aplacar el hambre del medio día, con unos ricos potajes a base de camarones y trucha, realmente una delicia.

Puedo decir sin temor a equivocarme, que Lunahuaná lo tiene todo, río y tierras fértiles, rica cultura ancestral, herencia tanto de Guarco como de Inca, pienso, tal vez por ello, el carisma y tenacidad de su gente.

Si quieres salir de la rutina y no cuentas con mucho tiempo para un viaje largo, te recomiendo Lunahuaná a sólo tres horas de la ciudad capital, aquí puedes hacer turismo que mejor se adecue a tu personalidad. Si te gusta la aventura, el río te espera para hacer canotaje o canopy. Sí eres de buen comer no te arrepentirás, hay una variedad de platos gastronómicos que puedes elegir. Si más bien buscas tranquilidad y descanso espiritual, hay un gran número de hoteles que ofrecen una apacible comodidad sin salir de sus instalaciones y si te atrae la arqueología, Incahuasi es el lugar ideal, con sus amplios espacios y camino Inca te transportará en un viaje imaginario por lo que fue el imperio más basto de Latinoamérica.

Gracias a Elizabeth Gonzales Tapia por el Texto y Fotos

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